Billy Elliot: El Musical

Dos días después de haber ido a ver la gran maravilla que ha supuesto Anastasia, El Musical, fuimos al Nuevo Teatro Alcalá de Madrid a ver Billy Elliot, un musical que llevaba esperando durante años. Es reconocido como uno de los espectáculos más apasionantes del mundo, tras once años en Londres y cuatro en Broadway y que se basa en una de las películas más espectaculares y sobrecogedoras que he visto nunca. 

He de suponer de antemano que es una película que se conoce y que, en caso de que alguno que lea este artículo no la haya visto, debería hacerlo. Para mí es muy especial y tenía altas expectativas en este musical, sin embargo, me fui desinflando a medida que pasaba...

Según estuvimos hablando nada más salir del teatro, podría deberse a que lo había visto después del impacto que supuso Anastasia pero, tanto entonces, como ahora que ha pasado ya un mes y he podido digerirlo y pensar en ello, sigo pensando lo mismo: para mí, el problema es que sea un musical. Nunca creí que una adaptación musical pudiese disgustarme por ello, ya que hasta trago con los diálogos metidos con calzador en canciones en otras obras de este género y, en cambio, con Billy Elliot no me he sentido cómoda con esta mezcla. No ha conseguido impactarme, como se suponía debía hacerlo; como esperaba que hiciera. 

No voy a negar, en absoluto, el trabajo tan extraordinario que hay detrás, en el proceso creativo, en las difíciles coreografías y la espectacularidad de los elementos escenográficos (que me parecieron un auténtico prodigio). 

En ese aspecto, es para quitarse el sombrero. Siendo consciente de ello, soy capaz de separar un apartado del otro; soy capaz de encontrar esa magia en el montaje, en traspasar la pantalla y crear una obra, con una historia tan maravillosa, en la que hay una puesta en escena muy llamativa en la que, a título personal, lo más espectacular radica en los cambios escenográficos y las plataformas a modo de ascensores, que suben y se hunden en el suelo. 

De las escenas más conmovedoras se puede sacar aquella en la que trascienden manifestaciones simultáneas: la revolución minera, por un lado, y la del propio Billy por el otro; aquella en la que se mezcla la danza con los obreros (aunque no llegué a conectar con ella del todo); también aquella en la que Billy descubre a Michael vestido de mujer. Esta es la que más me gustó, pues me encantó el chico que daba vida a dicho personaje, aunque el final de la escena me chirrió bastante... Y, por supuesto, por la complejidad de la coreografía y demás, me gustó mucho el boogie entre Billy, la Señorita Wilkinson (interpretada por Natalia Millán) y el Señor Braithwaite (por Manolo Supertramp), así como la cantidad de escenas de claqué. 

Pero, a grandes rasgos, no conseguí conectar con los personajes, no sentía la fuerza que el propio personaje de Billy desborda y ni si quiera el contar con grandes intérpretes como la propia Natalia Millán o Carlos Hipólito hizo que me entusiasmara. Esta obra dura dos horas y media y, si bien no se me hizo larga, pequeñas pinceladas de comedia sinsentido hicieron que me saliese de la historia en varias ocasiones.

En resumidas cuentas, no puedo decir que no me haya gustado, pues tiene sus momentos pero, sin lugar a dudas, no fue lo que esperaba de ella.  Creo que, y recuerdo que es una valoración absolutamente personal, la visión cómica que se le ha dado sobra, pues la historia de Billy Elliot es dramática y sobrecogedora, pero con una fuerza descomunal que conmueve sin necesidad de añadidos. Ya de por sí cuenta con pequeñas pinceladas que te harán reír, pero sin necesidad de buscar el chiste fácil entre diálogos insostenibles... 

Salí del teatro con una profunda tristeza que me costó digerir unos cuantos días, pues las altas expectativas que llevaba se me vinieron encima. Y no con ello quiero decir que sea una obra mala, ni contradecir cuantas críticas buenas ha obtenido a lo largo de tantos años como lleva en cartelera pero, para mí, no fue lo que esperaba.

Os dejo con este vídeo, quizá os conmueva más que mis palabras.

Si alguien ha visto este espectáculo y quiere compartir su visión, es libre de escribir.

¡Os leo!